Con esta nota estamos inaugurando una nueva sección. Nos hemos propuesto repasar la vida de aquellas personas que han dejado su huella indeleble en la historia de Gimnasia y Esgrima. Por presencia, por representación, por historia y también por actualidad. Esta galería de personalidades no podía abrirse de otro modo que no fuera con el querido Ricardo Crespi, Coco, el Húngaro. Emblema de nuestro Básquet, pura estirpe de nuestro club.
El Húngaro ha sido una figura rutilante del Baloncesto sudamericano. Base hábil, pícaro, mágico, anotador, pasador, sobre todo ganador y respetado a más no poder, ha paseado su clase por las mejores canchas de esta parte del continente.
El “Húngaro”, como lo identificaban los hinchas, los oponentes, los árbitros, los periodistas y la gente en general, o “Coco”, como se le decía familiarmente, vivió prácticamente en Gimnasia y Esgrima de 4 de Enero y Juan de Garay, donde se crió y educó deportivamente, además de vivir buena parte de su existencia en ese lugar,en la institución que presidió hasta hace muy poco. Crespi fue un producto del semillero de campeones que siempre fue Gimnasia, iniciándose en la división cadetes cuando tenía apenas 12 años. Continuó evolucionando en forma ininterrumpida, llegando a integrar los equipos mensanas que disputaban los certámenes juveniles que organizara la Fundación María Eva Duarte de Perón.
“Recuerdo llegar a los 5 años a vivir cerca del club y pasé un día por la puerta de GyE y alguien me pegó un empujón para que me quedara ahí para toda la vida. Yo vivía con mi mamá solo y era para mí una satisfacción poder entrar al club. Eramos una familia muy pobre y los “rebusques” que tenía en el club son los que mucho me ayudaron. Era el “vaguito” del club. Me usaban para los recados. Me quedaba siempre hasta última hora y entonces les compraba los cigarrillos o el pan a los que hacían el asado, les cuidaba la parrilla y entonces me adoptaron como el chico que colaboraba y a mí me ayudaba porque si quedaba comida en el asado me dejaban que lo llevara a mi casa”.
Ricardo Ángel Crespi nació en Santa Fe, el 8 de junio de 1937. Está casado con Ada Brener y tiene tres hijos: Rubén Ángel, Erika Silvana y Ada Karina. Vistió siempre la camiseta del Club de Gimnasia y Esgrima; participó en seleccionados asociativos, provinciales y nacionales, en los que no sólo siempre integró el quinteto titular, sino que además se transformó en uno de los más destacados.
«Me fui criando dentro del ambiente de GyE que me ayudó a vivir y formarme, me ayudó a enseñar lo que es la vida, me enseñó a convivir. El club me permitió que pudiera ayudar a mi mamá y el poder estar cerca a que pasara muchas horas ahí dentro, cuidado y haciendo deportes. Yo practicaba todo lo que podía. Entrenaba el equipo femenino que, aparte de ser un gran equipo, había chicas muy lindas y si les faltaba alguna me llamaban a mí para jugar».
«Así me fui adentrando en el básquet. Pasaba mucho tiempo viendo los monstruos que practicaban en el club en aquella época y yo me ilusionaba con estar allí en algún momento. Esto es para el año 1951/52 . En ese entonces estaba jugando en Cadetes. Para el año 1953 aproximadamente se produce un éxodo importante de los mejores jugadores de GyE . El club era de los mejores del país. Habían ganado en el Luna Park y en casi todas las canchas. Pero hubo un problema interno entre los jugadores y se van 4 de los titulares que eran de los mejores de Argentina. Ante esta falta de hubo que echar manos de los cadetes del club y entre ese grupo estaba yo. Era muy chico, tenía 16 años y era un sueño poder jugar con todos esos monstruos que había. Me hicieron sentir muy respaldado los más grandes. Como GyE era amateur, las macanas que uno podía mandarse en la cancha te las perdonaban un poco más. Eso me permitió saber que si me mandaba una macana y la mejoraba iba a poder seguir haciendo el básquet que me gustaba junto a los jugadores que yo admiraba. Estamos hablando de mis ídolos: Virgillio, Ulla, de Tomás Vío. Raúl Calvo hacía poco que había dejado de jugar pero era el entrenador del equipo. Calvo me tenía mucho cariño y me apoyaba “Venga pibe, entre y demuestre lo que sabe” me decía. En esa época a las 20:30 todos los chicos se iban del club y el único que me quedaba era yo por lo que me conocían todos y me cuidaban».
El Húngaro es una persona de facilidad de palabras y una memoria prodigiosa, No es muy dificil establecer una recorrida sobre su vida porque los recuerdos le afloran permanentemente. Tratamos de poner una única regla: respetar el relato cronológico. Entonces le damos continuidad a nuestra historia y seguimos por la época donde estaba empezando a aparecer la gran figura que pronto sería.
«A los 16 años me tocó jugar un Campeonato Argentino de Cadetes que ganamos nosotros y servía de preparación para un Sudamericano que se haría en Colombia. También salimos campeones del Sudamericano en Cúcuta, Colombia donde me designaron el mejor jugador del Torneo. Fuimos campeones e invictos. Era una época en el Basquet (década del 50) que se empezaba a pagar algo y comenzar con el profesionalismo. Esa nueva situación hizo que muchos jugadores se cambiaran de clubes e iniciaran diferentes carreras. En ese momento de GyE se fueron jugadores: Murillas se fue a Ferro, Loréfice GEVP. No era una gran cifra lo que se pagaba pero te servía de mucha ayuda. Yo elegí quedarme pese a las propuestas porque tenía a mi vieja y porque en el club me habían tratado tan bien. En Colombia ya quisieron que me quedara. Les dije que lo iba a pensar pero me volví. Cuando se van los compañeros a Capital Federal también me quisieron llevar . De los 10 que participaban en el combinado sólo 2 nos quedamos en nuestros clubes. En GyE a la vuelta del Sudamericano me hicieron un asado de celebración y teníamos una amistad tan grande que a mí me tiraba mucho».
«Luego tuve una lesión muy grande de columna, casi quedo paralítico. Estuve 2 años sin jugar y pensé que ya no jugaba más. Por suerte me fui rehabilitando y seguí con mi carrera siempre en GyE. Defendí sólo una camiseta: la de mi club. Y la combiné con las de la Selección de Santa Fe y la de la Selección Argentina. . Estuve 13 años en los combinados argentinos. En esa época se jugaban los sudamericanos cada dos años y tuve la suerte de ir a 6 Torneos. Cada vez que jugábamos los sudamericanos recibía propuestas para quedarme. Recuerdo una en Perú y otra en Brasil que me ofrecían de todo para que jugara con ellos».
«Cuento una anécdota muy risueña: se había formado en Córdoba un gran equipo con Chazarreta, Riofrío y otros grandes y les faltaba el base. Y me vinieron a hablar a Santa Fe “Venga Crespi que hay esto, y esto otro y demás” . Les dije que lo iba a pensar. Un día mandan un telegrama a mi casa. Justo estaba Pistola Bonomo , un tipo muy querido en el club, y a mí me quería mucho, me cuidaba como a un chico. Él llega de casualidad a mi casa una mañana al mismo tiempo que llegaba el cartero con el telegrama. Se lo dio a él. Yo nunca me enteré que le habían dado el telegrama donde estaba todo para arreglar las condiciones y que viajara a Córdoba. A los 2 días me dice “Vení Húngaroque tenemos un asado” y me dice en la comida “acá tenemos un telegrama que dice las condiciones para ir a jugar…pero el Húngaro no se va ir”. Nos reímos todos y seguimos adelante».
Ricardo Crespi ha paseado su magia y estilo por casi todos los países de la región. Ha brillado en cuanta cancha se conoce en Santa Fe y cuenta con presencias en una interminable lista de Torneos. Jugó para la Selección argentina, para la santafesina pero siempre defendió la camiseta de su amor: Gimnasia y Esgrima
«Jugué otro Torneo internacional con los americanos en Tucumán, jugué varios Torneos en el Luna Park., con el combinado de Santa Fe fuimos representando al país a Uruguay. Se jugaban 2 partidos y los porteños no le podían ganar entonces buscaron a Santa Fe y les terminamos ganando».
«En Gimnasia jugué toda la vida. Nunca se me ocurrió irme. Entré siendo cadetes a los 16 años y dejé a los 32. En el combinado argentino también empecé a los 16 años y dejé en 1970. Empecé siendo el joven de los más grandes y terminé siendo la experiencia para los que llegaban. En Primera jugué el Sudamericano de Brasil, luego el de Argentina, en Perú y en Paraguay. También tuve una gran satisfacción, sobre todo para aquellos que no cobrábamos un peso pero que recibíamos otro tipo de satisfacción. Hubo un Torneo Argentino de Clubes Campeones que gana GEVP con un equipazo que tenía a Alix y demás monstruos . Un día llaman a mi casa era la gente de Villa del Parque que querían que fuera yo a reforzarles el equipo. Para mí era un gran orgullo que un equipo de Capital, y que había salido campeón argentino, se fijara en mí. Fuimos con Riofrío, los 2 de refuerzos. Fuimos a un torneo internacional. Cuando volvimos, el avión hacía parada en Rosario. Yo había avisado que me bajaba ahí. El entrenador que me quería mucho le dijo al capitán que no me dejara, que este hombre va a segui con nosotros. . Me llevaron hasta Bs As y les dije que me quedaban 2 o 3 años más de Basquet nomás y me dijeron no importa, los jugás acá y listo. Vos sos el que nos faltás para seguir ganando. Les dije que no podía, que tenía mi vida allá, en el club y entonces me dieron las gracias y me dejaron siempre las puertas abiertas. En el sudamericano de Brasil me habían designado el mejor jugador y en GyE me recibieron de gran modo y me entregaron una plaqueta».
Anécdotas y más anécdotas fluyen en la conversación con Ricardo Crespi. Sus recuerdos se le amontonan en la cabeza y en la boca y no nos queda más remedio que predisponernos a disfrutarlos. Les dejamos una historia final para cerrar esta primera parte y la promesa de seguir repasando la vida de uno de los emblemas de nuestro club, SIMPLEMENTE EL HÚNGARO:
«Anécdotas de viajes tenemos un montón:una vez en Perú estábamos alojados con los uruguayos que tienen fama de “quilomberos”. Aparece en un momento Pedrito Rico que justo estaba dando shows allá. Los uruguayos lo subieron a una mesa y Pedrito empezó a cantar. En un momento aparecen los encargados de la delegación y nos fuimos para la pieza a tomar unos mates con los compañeros de la selección. Al rato sentimos que golpean la puerta y era Pedrito Rico que tenía ganas de charlar con alguien y le habían prohibido ir con los uruguayos. La pasamos muy bien durante un buen rato cuando advertimos que nuestro delegado estaba dando vueltas y revisando las piezas. Lo tuvimos que meter en la bañera, taparlo con las cortinas para que no lo pudieran encontrar. Después no agradeció con entradas para que fuéramos a verlo. Después nos encontramos más adelante y nos sonreíamos recordando la vez que lo escondimos en la bañera».